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Indiferentes al Desarrollo

Por: Ricardo Mejia Cano

Los ferrocarriles, el teléfono y la máquina de vapor tenían el país a tope. Nueva York era un imán. En la década de 1880 el paso de los barcos de vela a vapor incentivó la inmigración.  Se calcula que entre 1881 y 85 llegaron a instalarse en la costa Este un millón de alemanes, incluido Joseph María Huber.

El acero se convirtió en el gran motor de la economía. Pero Joseph sabía que había otro producto igualmente importante: la tinta. Todo el mundo necesitaba estar informado, tener noticias. Las rotativas de los periódicos trabajaban a toda máquina. La familia Huber era un gran productor de tinta en Munich y Joseph se instaló en la Gran Manzana como su agente comercial.

Muy pronto se dio cuenta que debía atender la creciente demanda produciendo la tinta localmente. Así que en 1891 monta su primera planta de tintas y colorantes en Brooklyn. Luego otra planta en New Jersey y en 1920 una planta de negro de humo en Louisiana, materia prima esencial para la tinta.

Pero si Joseph era una locomotora por su capacidad emprendedora, sus hijos Walter y Hans eran unos torpedos. Con el fin de asegurarse la disponibilidad de gas, necesario en la producción de negro de humo, invirtieron en reservas del preciado combustible. Su padre mientras tanto seguía presionando: con su liderazgo compraron una mina de caolín en Carolina del Sur,  necesario en la elaboración de papel.

Hoy, 130 años después, en manos de la quinta y sexta generación, se convirtió en un Portafolio de Inversiones con cuatro divisiones, con cobertura global y atendiendo sectores tan diversos como alimentos, cuidado personal, industria papelera, la construcción, etc. Cualquier “Gurú” les habría recomendado desinvertir, debido a la diversidad de sectores y de clientes. Parte de su éxito está en una junta directiva de la matriz, que fija la estrategia del grupo y decide en que sectores se harán las grandes inversiones y una junta en cada división, responsable de trabajar con la gerencia en el logro de las metas puestas por la matriz.

Para Dominique Turpin, Presidente del Instituto de Desarrollo Gerencial (IMD), “Para una familia liderar una empresa durante 130 años, con el éxito de HUBER COPRORATION, se requiere una gran capacidad innovadora, adaptabilidad y un compromiso permanente con la educación de los herederos”.

En la Vigésimo Cuarta Versión del Premio IMD-Lombard Odier para empresas familiares con reconocimiento global, el jurado seleccionó a HUBER por: 1. Su capacidad de entusiasmar las diferentes generaciones y más de 200 familiares con el proyecto empresarial; 2. La fluidez y claridad de las comunicaciones entre la familia y las empresas; 3. La madurez de su estructura de gobierno tanto familiar como empresarial, y 4. Por su plan de sucesión en el 2009, que en medio de la crisis financiera, pasó de presidente ejecutivo de la familia a uno externo.

Para el profesor del IMD Benoit Leleux y miembro del Comité del renombrado premio: “La combinación y articulación de funciones estratégicas de la  junta directiva de la matriz con las juntas  tácticas de las filiales son un ejemplo de buen gobierno corporativo”

La familia de un inmigrante emprendedor crea una compañía que hoy está entre las 50 empresas familiares más grandes de EEUU y es modelo a nivel mundial.

Colombia debería promover la inmigración de científicos, técnicos y emprendedores, en lugar de ponerles trabas e impuestos.  No podemos seguir indiferentes a las grandes oportunidades y desarrollos que se dan en el mundo.

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