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Hacer del invierno Primavera

Por: Ricardo Mejia Cano

Aquellos considerados por la creencia popular como “suertudos”, coincidencialmente son también trabajadores, estudiosos y luchadores incansables.  No se resignan. Con motivo de una nota mía sobre la conveniencia de no resignarse, me escribió un lector aparentemente poco “suertudo” y resignado: “Luego de los 35 usted no consigue trabajo si no es a palancazo sucio o por debajo de sus capacidades. Quizás por eso sus ejemplos son extranjeros.”

Clementina Trujillo “nació mujer, mulata, pobre y fea”, en el Medellin de finales del S. XIX. Su origen es tan misterioso, que su biógrafo Agustín Jaramillo dice que es el primer caso de una persona de padre conocido, pero indeterminado, y madre desconocida. Afortunadamente sus progenitores tuvieron la inteligencia de darle una buena educación y la matricularon en el Colegio La Presentación, uno de los primeros colegios de religiosas en Antioquia, regido por las “Hermanas de la Caridad Dominicanas”. El Colegio, privado y para las familias acomodadas, aceptaba niños y niñas de origen humilde y buen temple.

Las cualidades de Tina debieron superar ampliamente su humilde origen, pues rápidamente intimó con todas sus compañeritas, en especial con Margarita Jaramillo. Las grandes diferencias sociales entre Margarita y Tina no fueron obstáculo para una larga amistad, hasta el punto que años más tarde, al enfermar la madre de Margarita y requerir la familia ayuda especial, contrataron a Tina como Ama de Llaves.

Para atender a su patrona enferma y a sus visitantes, Tina les preparaba pandeyucas, que todos elogiaban. Convencida de que no podía resignarse a vivir como ama de llaves, pidió permiso a sus patrones para en su tiempo libre, de 3 a 5 de la mañana, hornear pandeyucas y salir temprano a venderlos. Para los  arrieros , llegar a Medellín, dónde sólo se comía arepa, degustar los pandeyucas calientes de Tina, especialmente en días lluviosos, era un gran placer.

De su aventura comercial y exitosa con los pandeyucas, pasó a comercializar telas. Sin capital para abrir un almacencito, se asocio con una parienta más solvente que ella. Esta primera alianza no fue exitosa, así que se separó. Vinieron años duros, pero los ahorros acumulados vendiendo pandeyucas los días de invierno, permitieron florecer La Primavera. Doña Tina, como los grandes empresarios, pensaba de manera global pero actuaba en forma local. Cómo lo explica Agustín Jaramillo, “Printemps” era una famosa tienda en Paris, cuyo nombre puso a soñar a Tina.

Margarita se había casado muy joven con Nicanor Restrepo quien, como hábil comerciante, había observado que Tina perdía oportunidades de negocio por falta de capital. Y “quien economiza en principal, economiza en ganancias”. Cuando Margarita recibió una pequeña herencia luego de la muerte de un tío, Nicanor le sugirió invertirla en el almacén de Tina. A la inversión en capital siguió la inversión en talento. Los numerosos hijos de Nicanor y Margarita, muchos educados en Europa, al regresar a Medellín la mejor oportunidad de trabajo era en La Primavera. Con ellos la floreciente tienda mejoró en contabilidad, abrió fábrica de camisas y puso nuevos almacenes.

Poco a poco Tina se convirtió en una de las personas más adineradas de la ciudad. Cuando nadie hablaba de Responsabilidad Social Empresarial, Tina ya la ejercía. Siempre pensó que su fortuna era para beneficio de los más necesitados y a ayudarlos dedicó sus últimos años.

Ver el vaso medio lleno o medio vacio es cuestión de actitud. Los primeros son “suertudos”, los segundos “desfortunados”. Tina más que “suertuda” fue “corajuda”. No se resignó. Su humilde origen y enormes dificultades, no fueron obstáculo para hacer del inverno una Primavera.

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