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Desde la Cabaña del Recuerdo

Por: Ricardo Mejía Cano

Las diferencias entre una orquesta sinfónica y un trío de guitarras son enormes. No porque los músicos que componen uno u otro grupo sean mejores. Es por la complejidad. Es mucho más fácil armar un trio que una sinfónica. Y debido a esa mayor complejidad, es más costoso el concierto de la sinfónica que el de un trio o un cuarteto. En términos económicos, la sinfónica tiene una cadena de valor más sofisticada y por eso pagan los amantes de la música clásica.

Con el anterior ejemplo, Ricardo Hausmann, Director del Centro para el Desarrollo Internacional de Harvard, explica porque los países deben trabajar en la formación de cadenas de valor sofisticadas. Para Hausmann, las cadenas productivas deben reunir tres elementos: maquinaria, recetas o fórmulas y conocimiento (Know-how). Los dos primeros se pueden adquirir de manera relativamente fácil. El tercero no.

Montar una fábrica de tornillos es como formar un trío musical, tiene sus dificultades, pero es más fácil que montar una fábrica de motores de combustión interna, que sería el equivalente a la orquesta sinfónica. Las dos requieren máquinas y recetas (Combinación de materias primas, ajustes de las maquinas, etc.), pero los grupos de profesionales, las especialidades requeridas, la articulación entre todos los equipos, hacen el know-how de la segunda mucho más complejo que el de la primera. Y por supuesto crea más valor para la economía de un país si se tienen fábricas de motores que solo de tornillos.

En la economía mundial Colombia es un proveedor de productos de muy poca sofisticación: no somos más que un fabricante de tornillos. Si queremos pasar a una economía más sofisticada, necesitamos conocimientos que acá no se enseñan o que si bien se enseñan, no tenemos el dominio requerido para seguir al siguiente paso.
Continuando con el ejemplo de la orquesta, seguramente tenemos músicos que tocan el clavecín, pero muy pocos con el dominio necesario para interpretar a Mozart.

Este problema no es exclusivo de Colombia, pero la mayoría de países en igual situación a la nuestra, importan el conocimiento: promueven la inmigración de profesionales con conocimientos especiales, que con el tiempo hacen que la cadena productiva se sofistique. Como bien lo dio a conocer Hausmann en su reciente visita, nuestras políticas tributarias y de inmigración hacen difícil la visita de expertos en pasantías de intercambio científico o la venida de profesionales a residenciarse en Colombia, retrasando nuestro progreso en relación con otros países.

Muchas de nuestras universidades llevan años promoviendo que sus investigadores ofrezcan su conocimiento al sector real de la economía, sin ningún éxito. En un debate sobre innovación promovido por la Universidad EIA, la Dra. Liliana Gómez, representante en Colombia de la Universidad de Purdue, EEUU, explicó como en dicha universidad los profesores, gracias a incentivos especiales, salen a vender sus conocimientos al sector empresarial. Con tres grandes ventajas, las empresas adquieren conocimientos de punta, los profesores mejoran sustancialmente sus ingresos y los estudiantes participan en trabajos donde aplican las enseñanzas adquiridas. Traer profesores extranjeros, con la cultura de ofrecer y comercializar sus conocimientos, podría mostrar a los nuestros como se hace.

Tiene razón Hausmann al insistir que Colombia debe promover la inmigración con el fin de pasar del trío a la sinfónica y así aprovechar mejor la ciencia y la tecnología, impulsar la innovación, mejorar en competitividad y dar mejores oportunidades a la población. Eso no quiere decir que debamos renunciar a disfrutar de los tríos y sextetos que de manera espontanea se presentan en la Cabaña del Recuerdo y nos deleitan con nuestra música folclórica.

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