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Disgusto en Magic Kindom

Por: Ricardo Mejía Cano

Sí ha reído con las pilatunas de Mickey, tiemble cuando se disgusta.

En abril de 1994 cayó el helicóptero en que viajaba Frank Wells, vicepresidente ejecutivo de la fábrica de risas y muñecos más famosa del mundo. Falleció en el acto. En julio del mismo año Michael Eisner, el presidente ejecutivo, fue sometido a una operación de cuatro By-pases en el corazón. No era momento de risas.

Recuperado Eisner, quien, igual que su junta, nunca se había preocupado por la sucesión suya ni de sus subalternos, debió nombrar con urgencia el reemplazo de Wells. Luego de cumplir unos breves formalismos con el Comité de Compensaciones y comunicar a la junta su decisión, contrató a Michael Ovitz, con quien tenía una amistad de más de 25 años. A Ovitz se le pagarían US $ 24 millones anuales, con el fin de que hiciera trabajar a los muñecos y recuperara la risa de la audiencia.

Así Ovitz tuviera una hoja de vida excelente, no le era fácil convivir con tanto muñeco famoso. Transcurridos 15 meses, la audiencia ríe menos y los accionistas están desfigurados, no propiamente de la risa. Había que botar a Ovitz.

Para evitarle un disgusto, Eisner le pagó, con aprobación de su junta, una “modesta” indemnización de US $ 140 millones, equivalente al 10% de la utilidad de ese año de la compañía y más de lo que hubiera recibido por salarios durante su contrato de cinco años. Esto disgustó, con razón, al ratón y sus compinches.

Los accionistas de Disney, entre quienes se encuentra Roy Disney, sobrino del superdotado Walt, consideraron que los miembros de junta no habían cumplido con sus deberes al aceptar los términos del contrato y luego la indemnización de Ovitz. Con el fin de que los Directores reembolsaran de su propio bolsillo la totalidad del dinero pagado a Ovitz, los demandaron ante la corte de Delaware.

Según los accionistas, en el despido de Ovitz primó el afecto y amistad de Eisner con éste, a los intereses de la compañía. Consideraron que los miembros de la junta debieron intervenir y buscar una salida mucho más económica. Uno de los abogados de los accionistas comentó: “un miembro de junta es irresponsable, sí simplemente se reúne periódicamente a chequear superficialmente la marcha de la empresa, bajo la batuta del presidente ejecutivo”.

La pequeñez del estado de Delaware contrasta con la inteligencia de sus pobladores: Desde 1889 se empeñaron en simplificar y facilitar la constitución de las compañías. Por ello las más grandes corporaciones de EE.UU. están allí. Es tal la dependencia del diminuto estado de los impuestos pagados por las compañías allí inscritas, que pareciera que sus Cortes se sintieran inhibidas para juzgar las decisiones empresariales. Tradicionalmente han fallado a favor de los presidentes ejecutivos o de las juntas directivas.

Las Cortes se aferraban a la “Regla del buen juicio empresarial”: suponían que las decisiones empresariales eran hechas de “buena fe” y en el interés de la compañía. Los miembros de la junta directiva y los ejecutivos, no importaba si perezosos, tontos o descuidados, poco debían temer de las Cortes, salvo que sus actos fueran manifiestamente ilegales. Las demandas, aunque frecuentes, rara vez prosperaban, como tampoco prosperó la demanda de los accionistas de Disney en 1997.

Los casos de desgobierno en Enron, Worldcom y tantas otras en el 2002, forzaron un cambio de actitud del gobierno y el sistema judicial hacia las empresas. El Congreso de EE.UU. se vio obligado a intervenir el enrarecido mundo empresarial, y aprobó la propuesta de los senadores Sarbanes y Oxley, cuya ley ahora lleva su nombre. Muchos interpretaron la ley como una intromisión en la gobernabilidad de las empresas.

Las cortes de Delaware se vieron obligadas a desarrugarse ante la presión de las leyes federales. El cambio de posición se reflejó en las palabras de Norman Veasey, presidente de la Corte Suprema de Delaware: “Los miembros de la junta directiva, especialmente los independientes, deberán tener los cojones para actuar en forma independiente, sin dejarse engatusar.»

El nuevo ambiente permitía a Mickey y sus compinches liberarse del disgusto. Los accionistas demandaron de nuevo en el 2002, haciendo énfasis en que la junta directiva había faltado a la buena fe en el cumplimiento de sus obligaciones. Finalmente la demanda fue aceptada. Charles Elson, director del Centro de estudios de Gobierno Corporativo de la Universidad de Delaware manifestó: “Por primera vez se presta mayor importancia a los accionistas que a la junta directiva o a los ejecutivos”. Y según el profesor de leyes Bill Allen: “Es una clara señal de que la junta y ejecutivos deben involucrarse más seriamente”.

En septiembre del 2005, casi 10 años después de presentada la primera demanda, el juez falló… de nuevo a favor de la junta directiva y el presidente ejecutivo. Sin embargo los criticó severamente por su incapacidad de cumplir con las buenas prácticas de gobierno corporativo. En opinión del juez la esencia de los negocios es el riesgo y los directores habían actuado de buena fe, aunque con algo de ingenuidad al no profundizar más en los detalles.

Los accionistas no quedaron satisfechos y la presión sobre la junta directiva finalmente dio sus frutos: después de 21 años con Disney, muchos con excelentes resultados, Eisner cayó en octubre del 2015, por creerse más que presidente, Rey de Magic Kindom.

¿Alguna enseñanza?

Entre las principales responsabilidades de los Directores está la de planear la sucesión de los principales ejecutivos.

Las juntas directivas también deberían mostrar mayor interés por los sistemas de remuneración de los ejecutivos y confirmar que la remuneración esta ligada a los resultados y el desempeño.  Para el juez en el caso de Disney, la junta actuó de manera superficial con relación a la compensación de Ovitz.

La responsabilidad de un miembro de junta no se puede limitar a asistir a las reuniones: tanto éxitos como fracasos de la empresa son su responsabilidad. La junta debe entender el presente y programar el futuro, esto requiere discusiones y tiempo.

Nunca se crea Rey y menos cuando le rodea un Castillo Encantado.

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