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El Embejucado

Por: Ricardo Mejia Cano.

“Entre escribir y vivir, escojo escribir, porque cuando escribo vivo, mientras que en cuánto vivo muero”, me dijo León Rosas. “Pero si escribes te escriben, y lo hacen para que vivas y lo hacen para que mueras”, le repliqué.

Con motivo de mi última columna «Los Gilinsky tienen razon», el Embejucado me escribió para matarme: «Toda esta basura que acabo de leer en su columna, se la cree alguien que no haya trabajado como yo en Coltejer durante el nefasto periodo que usted fue presidente de dicha compañía; y es basura no porque no sea verdad, sino porque viene de usted…».

Otro me escribió para que viviera: “Ojala las empresas implementen esta herramienta tan valiosa y capaciten a su personal para generar calidad de vida y estabilidad laboral a sus funcionarios y por el contrario tumbar la zozobra permanente que tienen con los contratos laborales”. Pero tampoco.

La estabilidad laboral, como la vida eterna (Nadie ha podido probar su existencia), son sólo idealizaciones nuestras sobre las cuales no puede haber garantía. La única manera de alcanzar estabilidad es adaptándonos a la inestabilidad generada por los progresos continuos de la tecnología y las mutaciones permanentes de los gustos y aspiraciones de ciudadanos y consumidores. Lo que hoy es axioma, mañana podría ser “canceroma”.

Las compañías líderes en el mundo en creación de talento practican con obsesión las evaluaciones, acompañadas de mucha formación, entrenamiento, “coaching”. Los resultados de las evaluaciones determinan donde queda uno: En lista para un ascenso, señalado para quedarse donde está (La dolorosa y angustiante estabilidad), o en Capilla: o mejora o al asfalto. Se trata de rodearse de los mejores y despedir a los peores (Ver:  20-70-10 ). Los peores no necesariamente son malos en todo, simplemente no encajan con la cultura, o sus habilidades, destrezas y conocimientos definitivamente no hacen “clic” en la organización. Muy seguramente en otra empresa podrán ser exitosos. «Hay una cosa que cada individuo puede hacer mejor que cualquier otro en el mundo, y por cada talento único, existen necesidades únicas. Cuando estas necesidades se unen con la expresión creativa de nuestro talento, se produce la chispa que crea la abundancia», escribió un escritor hindú.

Pero hay situaciones más difíciles.

Sin duda el proteccionismo en que se desarrolló la industria colombiana en el siglo pasado ayudó a su crecimiento, pero aquel fue excesivo en tiempo y magnitud, fomentando un adormecimiento de parte de empresarios y trabajadores. La apertura destapó la realidad: muchas de nuestras empresas fueron demasiado pasivas en su desarrollo tecnológico y no estaban preparadas para competir con la calidad y precios de los productos que empezaron a invadir nuestros mercados en la década de los 90.

La crisis de 1999, sumada a la debilidad de nuestro aparato productivo, obligó al congreso a aprobar en ese mismo año la ley 550 de intervención económica para la reactivación empresarial. Importantes empresas se acogieron a la ley, redujeron sus estructuras de personal, renegociaron plazos e intereses con bancos y proveedores, hicieron programas de modernización y volvieron a ser viables.

El país apenas está ingresando al mundo feroz de la competencia, en que los más exitosos triunfan y el resto con dificultad sobrevive. Los beneficiados son todos los ciudadanos y consumidores. Debemos pensar qué industrias establecidas en los países ricos podemos desarrollar acá con ventajas de costos y productividad. Esto aumentará el número de desempleados en esos países, pero ellos buscarán la manera de absorberlos en otras industrias de vanguardia y alta tecnología. Aquí también existe peligro, como lo prueba los puestos de trabajo que los asiáticos nos están quitando. Cada trabajador, igual si es operario o profesional, debe conocer estos riesgos. Cada uno debe prepararse para esta contingencia, estudiando cómo hacer su trabajo mejor y con mayor productividad, o en qué otra industria puede ser más productivo y tener mejores perspectivas. No podemos hacerle el juego a algunos movimientos en los países ricos, que han propuesto a la Organización Internacional del Comercio un salario mínimo internacional. Pretenden evitar el desplazamiento de la producción de sus países a los nuestros, exactamente lo contrario de lo que debemos buscar.

Así me quieran matar con los adjetivos, seguiré escribiendo con el verbo. Me despido solidarizándome con el Embejucado. A nadie le gusta que le cancelen el contrato.

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