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El fin del afán

Por: Ricardo Mejía Cano

Luis, amigo y ex compañero de trabajo, también se mató. Angustias económicas fueron el disparador de la dolorosa tragedia. Por razones incomprensibles para quienes sobrevivimos, más y más personas deciden acabar abruptamente el viaje. ¿Son la alarma, el temor, la depresión, el dolor, el pánico, la angustia o los reveses económicos, razones para ponerle fin al afán?

En el verano de 1890 Van Gogh, con sólo 37 años, salió a caminar. En medio de la luz y la belleza, decidió sumergirse en la obscuridad y las tinieblas. ¿Por qué en un entorno de paz y sosiego, lanza un ser humano su cuerpo al hueco negro de la no existencia? La angustia y la depresión hacen la realidad diferente. Una “Noche Estrellada” y veraniega, con la bella campiña francesa iluminada por la luna y las estrellas, el artista la transformó en un brochazo de dolor y angustia. La pacifica y pintoresca noche es para el pintor preludio de desgracia y caos. En ese bello y angustiado lienzo nos enseña lo difícil que es alcanzar la paz interior, aun en medio de la paz exterior.

Van Gough dejó tras de si una obra que educará al resto de la humanidad sobre la profundidad del sentimiento, la belleza de las flores, la bondad de un gesto, o la intensidad de la angustia. Luis, mi primo Andrés y tantos otros, dejaron tras de si hijos, viudas, padres y amigos preguntándose por que lo hicieron. Van Gough se quitó la vida y nos dejó la ilusión. Los otros dejaron sin ilusión a los suyos.

A principios del 2009, Adolf Merckle, uno de los 100 hombres más ricos del mundo, se acostó en los rieles cerca de su casa, segundos antes de que pasara el tren, desesperado por la pérdida de parte de su fortuna. Muchos empresarios importantes en diferentes partes del mundo, en forma menos espectacular, le han acompañado.

El Dr. Harvey Brenner, profesor de Salud Pública de la Universidad John Hopkins, ha estado estudiando la relación entre los suicidios y el PIB: el ciclo de los suicidios es un espejo de la economía, con un poco de retraso. En el siglo pasado, la Gran Depresión empezó en 1929, pero el ciclo máximo de suicidios se manifestó en el 1932. Fue necesario un tiempo para que el dolor y la miseria penetraran en el alma y cuerpo de los dolientes.

¿Perder unos cuantos millones puede ser motivo para renunciar a disfrutar de la salida del sol, de una noche estrellada o de la alegría de los hijos? Para Richard Friedman, profesor de psiquiatría de la Escuela de Medicina de la Universidad de Cornell, el problema radica en los valores de la sociedad moderna: “El éxito y la autoestima están íntimamente ligados a los logros económicos. Para sentirse bien o competente, los profesionales necesitan que su patrimonio y activos se destaquen en su entorno”

Van Gough se fue por otras razones. Y nos dejó el sol y la iluminación de sus cuadros para nuestro deleite. Luis, Andrés y compañía dejaron sin sol ni luz a familiares y amigos. Van Gough murió y nos dejó vida. ¿Cómo hacer para que las otras partidas también nos alimenten de vida?

En el 2002  David Ulrich , famoso consultor norteamericano, observó que el afán le estaba poniendo fin a su vida. Se retiró unos años, y se fue a hacer trabajo voluntario con un grupo de misioneros mormones. Aprendió el valor de dar, de entregarse a los demás. Profundizó sobre los verdaderos valores del ser. Regresó a su profesión lleno de vida.

El ciclo recesivo apenas empieza. Necesitamos más que nunca gente con afán, angustiada por crear empresas, por generar empleo, por hacer cosas nuevas, con el afán de innovar y crecer.

Pensemos en los que partieron prematuramente. En medio del afán, aprendamos a manejarlo sin apresurar el fin.

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