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“La distancia…”

Por: Ricardo Mejia Cano

Durante el siglo XIX la economía colombiana fue liderada por grandes comerciantes. A principios del XX empiezan a aparecer las grandes industrias, y el país comienza a ser liderado por los industriales. Con una economía cerrada, en crecimiento, y bajo nivel de competencia, los empresarios invertían sus superávit de capital en máquinas, vehículos, edificios y tierras. El capital humano y el talento no eran áreas que justificaran grandes inversiones.

Muchas empresas operaban por debajo del 50% de su capacidad instalada. Sobrecostos por baja productividad, flujos de materiales inadecuados, cambios (Paros) frecuentes en el ajuste de las máquinas por exceso de referencias, o sobrecostos por cuantiosos inventarios, se transferían fácilmente al precio de venta.

Ya no. Los departamentos de costos, imprescindibles para fines contables e información de la dirección, tienen cada vez menos valor para la fijación de precios. Estos los decide la competencia.

Las empresas colombianas con ventas anuales inferiores a los $ 30.000 millones (P & M), han tenido en los últimos años un crecimiento en ventas y en utilidades inferior al de las grandes empresas. Éstas han entendido la importancia del talento y del desarrollo del capital humano, y gracias a este nuevo direccionamiento su competitividad ha mejorado considerablemente. Las P & M no: por desconocimiento de sistemas modernos de administración, poca utilización de nuevas tecnologías, falta de innovación, etc., aun tienen baja productividad. Una ranchera les puede ayudar a ahogar su despecho.

Muchos pequeños y medianos empresarios se ponen salarios nominales relativamente bajos, pues parte importante de sus ingresos es en especie (Carros, gasolina, formación de los hijos, etc.), y por no pagar salarios que podrían ser semejantes a los suyos, no profesionalizan sus equipos. Conscientes de sus falencias, no consideran justificable pagar por el conocimiento y la experticia. Un ejecutivo de categoría con frecuencia exigirá lo mismo que teóricamente devengan los directivos-accionistas de la empresa. Barrera psicológica difícil de vencer. Igual pasa con la capacitación: muchos propietarios consideran que la formación de sus empleados sólo beneficia a estos, y no les conceden el tiempo ni ayuda económica para tal propósito, condenando a sus propias compañías al atraso y pérdida de competitividad. Si se miran los resultados de las 5.000 empresas más grandes en los últimos años, las P & M son las que más valor destruyen.

Peor aun. La informalidad de las P & M en los procesos de selección, la falta de sistemas de evaluación del desempeño y de claridad en la definición de funciones, impide que se vinculen los mejores candidatos y dificultan la medición de los aportes por empleado y por grupo, situación que las pone en desventaja con las grandes.

La última encuesta de opinión conjunta de los gremios dada a conocer en mayo, menciona que la industria está trabajando al 84% de su capacidad instalada, que bajo cualquier parámetro es un sobrecalentamiento. Sería del caso analizar cuantas industrias operan en forma ineficiente su parque industrial, y más que nueva maquinaria, necesitan capital humano que les ayude a utilizar mejor lo que tienen.

La gran mayoría de colombianos, sin preparación ni especialidad, no podrán aspirar a mejoras salariales. Cada vez hay más gente que hace los trabajos corrientes en el mercado global por menos ingresos. Por otro lado, aquellos con alguna experticia serán cada vez más demandados en el mercado global por sus capacidades y formación. Los diferenciales en ingresos, entre la población más preparada y la que menos, serán cada vez mayores. Igualmente en la medida que las P & M se resistan a contratar mejores profesionales, las empresas grandes les tomarán mayor ventaja. “La distancia entre los dos, es cada día…”

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