El Recato del Sindicato

Por: Ricardo Mejia Cano.

No importaba cuán bellas tuvieran las piernas, las faldas las debían llevar bien abajo de las rodillas y no podían usar pantalones. El Dr. Fabio Rico, uno de los empresarios más importantes que ha dado el país, tenía normas muy claras. Quienes tuvimos oportunidad de conocerle en sus épocas en Colcafé y Nacional de Chocolates, somos testigos de su ortodoxia y disciplina empresarial. Para mi, que acababa de llegar de estudiar en Europa, lo de tapar las piernas, era mucho recato para mi desacato.

Años después, en 1982, me gané una beca para estudiar Ingeniería de Empaques en Tokio. Otra sorpresa, ésta más grata, no dejaban subir las faldas pero había obsesión por subir el nivel técnico y cultural. Aunque la beca me pagaba todos los gastos, Colcafé me dio licencia remunerada. Todo plan de mejoramiento profesional era bienvenido.

Poco antes de terminar mis estudios en Japón recibí un telegrama. El mundo también funcionaba cuando no había correo electrónico. En el telegrama me daban instrucciones de regresarme por Europa y visitar a un par de fabricantes de maquinaria para margarinas y al Sr. Walter Rau, segundo productor de grasas y aceites de Alemania. Debía aprender de aceites y margarinas. A mi regreso entendí la razón: Con el fin de neutralizar las ambiciones especulativas de Jaime Michelsen y proteger el tejido industrial antioqueño, construido después de años de trabajo y constancia, se le entregó a Michelsen la fábrica de aceites “La Americana”, a cambio de las acciones que éste había adquirido en Nacional de Chocolates. Ésta conservaba la marca y debía montar rápidamente el proceso de fabricación. Se gestaba el Sindicato Antioqueño.

Si algo diferencia al grupo de empresas del Sindicato, perdón del GEA, es la calidad de su gente y el empeño en prepararlos bien. A fines de los 90s ratificaron ese principio y formaron lo que llaman la Unidad del Conocimiento: “Somos conscientes que la real ventaja competitiva de las Compañías en el Siglo XXI será la formación de su talento humano, por esta razón, hemos estructurado soluciones genéricas de Grupo que faciliten a las empresas y sus directivos escalar hacia la competitividad global compartiendo su conocimiento“.

Recientemente tuve oportunidad de asistir a uno de sus cónclaves, denominado “Seminario de Internacionalización“. Los principales vicepresidentes de la chocolatera, la cementera y los de la chequera, explicaron paso a paso sus estrategias de internacionalización. Los de la chequera explicaron la importancia, en la adquisición del Banco Agrícola del Salvador, del “Data Room”, central de información en que se actualizan permanentemente todas las cifras de la empresa a adquirir, y permite a todos los departamentos de la adquiriente hacer seguimiento, proyecciones, cruzar información, y ahorrar dinero en viajes. Explicaron como están aprendiendo a manejar empresas en diferentes culturas, nacionalidades, razas e idiomas.

Fue una clase magistral. Con gran franqueza explicaron los pasos de cada una, los éxitos, los errores y como los corrigieron. Antioquia, con el bajo perfil que la caracteriza, empieza a salir del hueco y aprende a jugar a la internacionalización. Seguramente les deparan muchas dificultades y aprendizajes, pero el camino tomado es el indicado. Otras empresas se deberían beneficiar de ese aprendizaje. Lamentable: una presentación tan importante tuvo una asistencia escasa, prácticamente sólo funcionarios del GEA. Es cierto, la UC se creó para las empresas del grupo, pero éste se caracteriza por su responsabilidad social y sería de gran beneficio que aprendizajes tan importantes como los del seminario mencionado, los compartieran con empresarios menos curtidos. Bien haría el GEA en enseñar a otros empresarios las dificultades experimentadas y motivarlos a aventurarse allende nuestras bellas montañas. Predicar a los cuatro vientos que la internacionalización no es una amenaza, sino una oportunidad.

En esto deberían tener menos recato.