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Tres Venenos

Por: Ricardo Mejia Cano

Los avances tecnológicos, con todas sus ventajas, nos enfrentan con amenazas antes desconocidas: el calentamiento global, el sida, el AN1H1. No menos grave son la depresión, el “stress” y la distorsión en los valores de la sociedad, que llevan a algunos a tomar decisiones como la del multimillonario alemán  Adolf Merkle, quien por un revés económico se acostó cómodamente en los rieles del tren cerca de su casa, para que este lo pulverizara.

Hace 40 años no se sabía del déficit de atención y la hiperactividad. Hoy en día son de común diagnóstico. Científicos y médicos consideran que hasta el joven Eisntein los padeció, y si bien en su momento nadie lo supo, hoy dicha afirmación llena de tranquilidad a todo padre cuyos hijos son diagnosticados con tal síntoma.

Para los budistas los Tres Venenos son la avaricia, la ira y la estupidez. Según su filosofía, y no parecen estar equivocados, son los culpables de las guerras y del sufrimiento humano. Emociones destructivas y milenarias, que el hombre más que dominarlas, se ha dejado dominar por ellas.

El Mind and Life Institute, consciente de estas amenazas, lleva 20 años “promoviendo el dialogo entre las diferentes ramas de la neurociencia, la medicina, la psicología y la filosofía, con las tradiciones contemplativas.” Es decir mezcla el agua con el aceite, lo más sofisticado de la ciencia occidental con la tradición milenaria del Tibet. Una conclusión de dichos diálogos: promover la meditación como remedio para las emociones destructivas, en lugar de antidepresivos y tabletas “neuromodificadoras”.

La neurociencia y las otras ramas afines tratan de describir y entender los mecanismos mentales vía la observación de terceros. ¿Pero como pueden los científicos experimentar en terceros la conciencia, la intensidad de la angustia, la evolución de la felicidad o el odio? No les es fácil desarrollar tratamientos para emociones originadas en la parte más compleja e incomprensible del otro ser.

La meditación inculca la paciencia y la tolerancia, que aplacan el odio y la ira, fortalece la compasión, la ecuanimidad, la alegría y el amor. Con dicho arsenal, el individuo derrota fácilmente las emociones destructivas. Investigaciones recientes confirman que la meditación mitiga dichas emociones, en beneficio de un mundo más pacífico. Para quienes nunca hemos meditado, ni necesitado antidepresivos ni “neuromodificadores”, el punto no es fácil de asimilar. Siempre había pensado que la única manera de eliminar las emociones destructivas era con la autoestima que se siente al correr 15, 20 o más kilómetros.

Los monjes budistas dedicados a la contemplación y viviendo de la caridad, no son el mejor ejemplo para un mundo en agitación y en búsqueda de progreso. El hombre ha entendido la importancia de la ciencia para conseguir su bienestar, no puede parar en su deseo de experimentar, arriesgarse a penetrar en lo desconocido y descubrir nuevos elementos y horizontes que mejoren nuestra calidad de vida. ¿Podría la práctica contemplativa bajarnos la adrenalina necesaria para introducir los cambios que el mundo pide con urgencia?

Casos como el de  Steve Jobs , prueban lo contrario. Esa locomotora innovadora, fundador de Apple, despedido y re contratado para resucitarla, creador del iPod, el iPhone, etc., es practicante del Zen: una forma de meditación budista para liberar la mente de pensamientos improductivos y mejorar la comprensión de si mismo. Algunos investigadores consideran que los ejecutivos que practican la meditación aumentan su productividad.

Enseñar a niños, jóvenes y adultos las bondades de la meditación les ayudaría a conocerse mejor a si mismos y a controlar sus emociones destructivas. Sería el mejor antídoto contra los tres venenos.

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