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“Tips” para una junta proactiva

Por: Ricardo Mejia Cano

Las juntas directivas proactivas se distinguen no solo por sus resultados financieros, sino por su capacidad de proyectar con éxito el futuro de la compañía y adaptarla a las cambiantes necesidades del mercado.

El liderazgo moderno no depende solo del conocimiento de las nuevas tecnologías. Las empresas necesitan juntas capaces de integrar sabiduría, relaciones, reputación, inteligencia emocional y valores sólidos. Cinco competencias que caracterizan a las mejores juntas directivas.

La primera competencia es la sabiduría, entendida como la suma de conocimientos, experiencias y perspectivas que cada miembro aporta en los debates. Que sean capaces de ver el negocio desde distintos ángulos.

Una junta con sabiduría sabe hacer preguntas difíciles. Las empresas del sector salud enfrentan muchos cambios regulatorios y no basta con entender la norma: es clave anticipar su impacto en la operación, en la confianza de los pacientes y en la relación con los médicos.

El desafío es convertir la diversidad en inteligencia colectiva. Las juntas más efectivas no temen al disenso, sino que lo usan como motor de aprendizaje. En Latinoamérica, donde muchas empresas familiares transitan hacia modelos más profesionales, fortalecer este activo significa incluir voces independientes y fomentar el pensamiento crítico dentro de la junta.

La segunda competencia es la social: la red de relaciones que la junta puede movilizar en beneficio de la organización.

Una junta con buenas relaciones sociales puede acceder a información privilegiada del entorno, conectar con aliados estratégicos o gestionar crisis reputacionales con mayor eficacia. Cuando una empresa busca abrir mercados más allá de su región de influencia, un miembro con experiencia en comercio internacional y buenas relaciones puede acelerar procesos que, de otro modo, tardarían años.

La tercera es la reputacional: Una buena percepción de los grupos de interés sobre la reputación, transparencia y coherencia de los miembros de la junta directiva tarda años en consolidarse, pero puede perderse en minutos.

Cuando una empresa enfrenta escándalos o toma decisiones cuestionables, no solo pierde reputación, sino que erosiona la confianza de empleados, inversionistas y clientes. Si una junta actúa con principios sólidos y claros, genera confianza y evita posibles escándalos o los puede enfrentar con mayor legitimidad.

Una empresa financiera que, ante una filtración de datos, decide comunicarlos con transparencia, asumir responsabilidades y reforzar sus controles, protege su reputación y demuestra su liderazgo.

Más allá de cumplir con la ley, se trata de ser un referente de buenas prácticas.

La cuarta competencia es la emocional, un componente muchas veces invisible pero determinante de la efectividad de la junta. Se refiere a la capacidad de los directores para manejar la presión, escuchar con empatía y mantener la serenidad ante el conflicto.

Las juntas no son espacios de unanimidad; son escenarios donde se debaten resultados, visiones y estrategias. Un director con madurez emocional sabe disentir sin romper relaciones, reconocer errores y construir consenso.

Una empresa tecnológica en crecimiento enfrenta una oferta de compra. Algunos miembros de junta creen que es momento de vender, mientras otros creen que el potencial de la empresa apenas comienza. En este punto, la capacidad emocional para escuchar, negociar y encontrar una salida conjunta resulta más valiosa que cualquier modelo financiero.

Finalmente, unos valores sólidos deben servir de brújula para orientar las decisiones. Una junta con ética empresarial no solo cumple las normas, sino que se pregunta constantemente por el impacto de sus decisiones en la sociedad.

Esto implica preguntarse: ¿Estamos creando valor para todos los grupos de interés? ¿Estamos siendo coherentes con nuestros valores?

El verdadero valor de una junta directiva no está en los títulos de sus miembros, sino en sus competencias como cuerpo colegiado. En un mercado cada vez más complejo, que exige confianza, adaptabilidad y sentido ético, estas competencias son unos activos que una junta proactiva debe desarrollar.

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