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Educación más ilusión

Por: Ricardo Mejia Cano

La historia y la razón confirman que promover la lucha de clases no proporciona comida, vivienda, ni trabajo para los más pobres. Lo que si hace es “esconder” los verdaderos motores de la prosperidad: educación de calidad, la autoconfianza y el desarrollo de ideales y habilidades que empoderen a las personas para ascender por sus propios méritos.

La retórica de Petro sugiere que al quitarle el patrimonio a los ricos, los pobres verán mejorar su nivel de vida. Es una narrativa de castigo para quienes «tienen demasiado» y protección para quienes «tienen muy poco». El peligro de este enfoque es precisamente lo que Lee Kuan Yew señaló hace décadas en Singapur: con dicha política el gobernante obtiene victorias simbólicas y descuida su principal obligación que es trabajar por mejorar la calidad de vida de la sociedad.

Para Petro los pobres existen por culpa de los ricos. Si Petro y sus aliados continúan gobernado en el 26, seguramente terminarán arrebatando las fortunas de los ricos y los pobres seguirán sin educación, sin salud, sin carreteras y sin acceso a los mercados. La ira puede movilizar, pero no construye.

La educación siempre ha sido la vía más segura para salir de la pobreza. Sin embargo, Colombia padece de enormes ineficiencias educativas, los docentes carecen de formación y compromiso, y las tasas de deserción escolar son muy altas.

Si el gobierno invirtiera en garantizar que todos los niños pudieran leer, escribir y dominar las matemáticas y las ciencias a nivel mundial, el efecto sería transformador.

Singapur no tenía recursos naturales, ni élites poderosas a las que gravar, ni grandes fortunas para arrebatar. Lo que tenía era un compromiso inquebrantable con la educación. El gobierno garantizó que todos los niños, independientemente de su etnia o clase, tuvieran acceso a una educación de alta calidad en inglés, matemáticas y ciencias. En una generación, un puerto comercial pobre se transformó en un centro financiero global. Esta transformación no se basó en la confrontación social, sino en la educación, la disciplina y grandes ideales. Colombia podría seguir un camino similar.

Además de una buena educación, lo que hace progresar a un pueblo son los ideales, la fuerza de voluntad. Una sociedad que enseña a sus jóvenes que el éxito depende únicamente de la protección del Estado o de derrotar a los enemigos externos termina creando una cultura de dependencia. Por el contrario, una sociedad que inculca ideales de responsabilidad, disciplina y ambición, empodera a sus ciudadanos para aprovechar las oportunidades, incluso en circunstancias adversas.

Los pobres de Colombia no necesitan líderes que les digan que son víctimas de la desigualdad, sino maestros que les enseñen a dominar las nuevas tecnologías, a crear empresas y a cultivar la excelencia.

Los ideales importan. Cuando los jóvenes colombianos empiecen a valorar la honestidad, la perseverancia y el aprendizaje, seguirán sus carreras no como un favor del Estado, sino como una expresión de su capacidad de superación. Cuando los ciudadanos se convencen de que su destino no lo escriben las élites ni los gobiernos, sino su propio esfuerzo, comunidades enteras cambian. La educación es el vehículo; los ideales y la fuerza de voluntad la gasolina.

En lugar de la confrontación, el gobierno debería buscar la cooperación entre los sectores público y privado. Sin crecimiento, no hay nada que redistribuir. Sin cooperación, no hay crecimiento.

La verdadera pregunta para Colombia es cómo crear una sociedad donde cada niño, independientemente de su lugar de nacimiento, pueda adquirir las herramientas para el éxito. Esto requiere inversión en educación, salud e infraestructura, cultivando una cultura de responsabilidad y aspiración personal. Los pobres no necesitan más discursos sobre enemigos, necesitan escuelas, maestros, mentores y la convicción de que pueden alcanzar la excelencia.

Si Colombia quiere superar la pobreza, debe abandonar la confrontación de clases y adoptar la única estrategia probada de progreso social: empoderar a las personas con las habilidades, los valores y la determinación para construir su propio futuro.

El camino para el progreso ya está inventado: educación más ilusión.

Nota: Hay unos ricos a los que Petro si protege. Los de la narcoguerrilla, la delincuencia, el robo y la intimidación. Precisamente aquellos que destruyen la sociedad y no crean empleo formal y digno.  

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