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Me voy llorando

Por: Ricardo Mejia Cano

La fiesta en los jardines del No. 20 de Millington Road no había cogido fuerza. Alberto cumplía 29 años. Todos estaban pendientes de la llegada de Alberto y yo, quienes nos habíamos ido a Londres a recoger unas amigas. No dijimos que se trataba de Mercedes Sosa y una amiga de ella.

Un día antes de la fiesta, el 12 de abril de 1976, aterrizó Mercedes en el aeropuerto de Heathrow, con algo de desconcierto, pues aun no tenía dónde quedarse en Londres. Venía a ver un especialista, quien le diagnosticaría una pequeña incomodidad que sentía en las cuerdas vocales. Además del dictador Videla, una pequeña enfermedad quería callar a la “Voz de America”.

Alberto, un cordobés con el encanto y simpatía de los argentinos de las provincias del norte, muy diferentes a los porteños, no tenía noticias del golpe de estado. Para los diarios europeos, Pinochet era el único evento noticioso de nuestra región. Pronto lo sería Videla. Alberto aprovechó que estaba en el aeropuerto, para pasarse por el Terminal de Aerolíneas Argentinas y conseguir un ejemplar de La Nación o de Clarín. En ese momento acababa de desembarcar la “Negra” con su amiga y Alberto la escucho angustiada diciéndole “Ahora que haremos sin saber inglés y ni siquiera un Hotel a donde ir”. No había terminado la frase y Alberto ya se había puesto a sus órdenes.

Al día siguiente viajábamos nuevamente de Cambridge a Londres a recoger a Mercedes y su amiga, quienes habían aceptado una invitación al almuerzo de cumpleaños. El grupo de invitados era una pandilla multinacional, dedicada al tráfico de ilusiones, quienes al ver que llegábamos con la Sosa quedaron estupefactos. No tardó ella en ganarse el afecto de todos: al observar que en la parrilla se doraban un par de presas de pollo para semejante banda de hambrientos, pidió un par de libras de arroz y unas verduras para hacernos un guiso argentino. Y empezó el recital: “Gracias a la vida que me ha dado tanto / Me dio dos luceros que cuando los abro…”, luego, “Duerme, duerme negrito…”

La pausa para comer el guiso y charlar con la “Cantora” fue adobada con mucho sabor. Alba Lucia, nuestra anfitriona y hoy madre de Diego Rosero, el campeón mundial de patinaje, pidió a Mercedes que resaltara algunos de nuestros valores. Habló entonces de Martín Fierro y la importancia de aprender a “ser toro en su propia tierra y torero en tierra ajena”.

Muerta Mercedes, su canto a favor de los pobres y mayor justicia social seguirá vigente. Mercedes, como ocurre a otros artistas, acertó con su sensibilidad pero erró en su objetividad.

Nuestros países requieren con urgencia una revolución en transparencia. Los ciudadanos debemos tener acceso a los datos económicos, presupuestos, estadísticas, etc., para poder evaluar a nuestros gobiernos y funcionarios. Según el último Índice de Percepción de la Corrupción de Transparencia Internacional, Argentina está en la posición 109 y Venezuela en la 158 entre 180 países. Colombia bastante mejor, posición 70. A la pregunta: ¿Cómo percibe usted las acciones del gobierno en la lucha contra la corrupción? El 81% de los encuestados en Argentina las consideran inefectivas, el 65% en Venezuela. Los gobiernos de estos dos países lideran el obscurantismo, entre los 8 estudiados de Suramérica.

De allí mi desconcierto cuando escuchaba a Mercedes a principios de este año decir: «Para mí es un gran orgullo cantar con la presencia de la presidenta de los argentinos, más aún cuando se trata de alguien que le hace bien al país y hace quedar bien a la Argentina en el mundo». En los mismos términos se refería a Chávez.

Caída la noche Mercedes se despidió de nosotros, igual que lo hizo hace dos semanas, con una bella tonada de Yupanki: “A veces soy como el rio: / Llego cantando…/ Y sin que nadie lo sepa, vida / Me voy llorando…”

Nota: Mercedes Sosa murió el 4 de octubre de 2009 en Buenos Aires.

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