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Bajarse de la Pirámide

Por: Ricardo Mejia Cano.

Se subieron a la Pirámide y pretendieron bajarse por una cascada de demandas.

El Fondo Meridian Horizon de EEUU invirtió gran parte de su capital en fondos administrados por Tremont Partners, quienes a su vez entregaron todo lo que recogían a Bernard L. Madoff, responsable de desaparecer más de US $ 50.000 millones. Los “Inversionistas” de allá, como los de aquí, en lugar de preguntarse y dudar como era posible un rendimiento tan jugoso del dinero, se limitaron a soñar en las habilidades y sabiduría del “Genio” montado en la cúspide de la pirámide.

Tardíamente los inversionistas se dieron cuenta que su dinero en lugar de crecer como una pirámide, se había dilapidado y no había manera de recuperarlo, porque Madoff no tenía un peso, o mejor ni un “dime”.

Los incautos de Meridian, al aprender que Tremont era auditado nada menos que por KPMG, una de las cuatro firmas de auditoria más grandes del mundo, creyeron que allí podrían recuperar su dinero y demandaron a KPMG. Una corte de Manhattan acaba de negar la demanda.

Razones: 1. Los auditores auditan las firmas que los contratan. No pueden auditar a su vez todas las firmas donde el contratante pone su dinero. Éstas a su vez deben tener auditores. 2. Cuando una compañía invierte en una tercera, es obligación de la administración hacer un “due diligence” y confirmar que el receptor cumple con buenas prácticas. 3. Antes de invertir en el Fondo de Madoff, los ejecutivos de Tremont debieron analizar la confiabilidad y calidad del fondo. A éste lo auditaba una firma de papel. No estaba ni siquiera certificada por el Instituto de Certificación Americano de Contadores Públicos.

La Corte sin embargo no descartó que Meridian pudiese presentar un recurso. ¿Si los auditores son contratados por los accionistas para defender sus intereses, no debió KPMG informar sobre las pocas garantías de la inversión en el fondo de Madoff?

La historia no es nueva. El fundador de Arthur Andersen, pionero de la industria, sostenía que la responsabilidad de las firmas de auditoria era con los inversionistas y no con los administradores de su dinero. No vivió Arthur para observar como sus sucesores pulverizaron sus principios: en 2002 Arthur Andersen tuvo que cerrar sus puertas al conocerse su complicidad en el escándalo de ENRON.

Al ver que finalmente perdieron su dinero, allá como aquí, los inversionistas han acusado al gobierno y además de demandar la recuperación de sus inversiones, piden mayor regulación. Posiblemente mayor regulación disminuya los riesgos. Sin embargo lo urgente es que inversionistas, administradores y auditores entiendan mejor sus obligaciones.

El inversionista Warren Buffet, uno de los tres hombres más ricos del mundo, tiene al respecto unos principios simples e inobjetables: La Junta Directiva, directamente o a través del Comité de Auditoria, debe cuestionar varias veces al año a los auditores con las siguientes preguntas y reportar las respuestas a los accionistas: 1. ¿Si el Auditor fuera el único responsable de la preparación de los estados financieros, los habría presentado de manera diferente a los presentados por la gerencia? En caso de diferencias la Junta o el Comité debería avaluar los argumentos de las dos partes. 2. ¿Si el auditor fuera el inversionista, considera que está recibiendo la información clara y suficiente para entender el desempeño de la compañía en el periodo reportado? 3. ¿Propondría el auditor unos procedimientos diferentes de auditoria, si él se desempeñara como Gerente General? 4. ¿Conoce el auditor de algunas acciones contables u operacionales cuyo propósito sea mover ingresos o gastos de un periodo a otro?

Si la responsabilidad no se delega, es curioso observar como los directores, quienes reciben de los accionistas el mandato de proteger, acrecentar, dirigir y garantizar el éxito permanente de la empresa, manifiesten tan poco interés por el trabajo de las auditorias. Por ello terminan en Pirámides, de las cuales no pueden bajarse.

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