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Del Che Guevara a José Acevedo

Por: Ricardo Mejia Cano

Algunos rectores de universidades públicas se quedaron congelados en los 70s: Los auditorios de sus universidades aún se denominan  Camilo Torres o Che Guevara y no pierden oportunidad de maldecir al sector privado. ¿Se habrán preguntado alguna vez dónde trabajarán sus estudiantes? ¿Querrán que esos jóvenes se vinculen a las actividades misteriosas y poco productivas de Alfonso Cano y Compañía, en lugar de vincularse con Haceb, Papeles Familia o Cacharrería Mundial? Éstas últimas, empresas fundadas de la nada por grandes revolucionarios, quienes trabajaron sin descanso por una Colombia mejor y deberían ser un modelo para nuestra juventud.

Es comprensible que un par de estudiantes y trabajadores, algo desorientados, y sin siquiera haber leído la reforma propuesta, salgan a gritar a las calles en contra de la ley. Pero no es la reacción que uno podría esperar de los rectores.

No he visto en ninguno de los artículos de la Ley propuesta una sola referencia a privatizar la educación pública. Se proponen sí mejores controles para las universidades públicas, se promueve mayor competencia y se facilita a universidades extranjeras establecerse en Colombia. Todo es bueno.

Muchos de nuestros universitarios, una vez culminen tan monumental esfuerzo económico y en tiempo, terminarán manejando taxi o en el emprendimiento del rebusque. No propiamente por culpa del sector privado, sino porque la educación que recibieron no se adaptaba a las necesidades de nuestras empresas y del país.

Según el Artículo 68 de la Ley 30, vigente actualmente: “El Consejo Académico es la máxima autoridad académica de la institución, estará integrado por el Rector, quien lo presidirá, por una representación de los decanos de facultades, de los directores de programa, de los profesores y de los estudiantes.” En la mayoría de los casos, quienes diseñan los programas de enseñanza no tienen ni la más remota idea de la problemática de nuestras empresas. Simplemente porque nunca han trabajado en ninguna industria. En la Ley propuesta, el Consejo Superior será responsable de determinar las funciones y la integración del Consejo Académico: se permitirá, por fin, que en tan importante institución participen ingenieros de EPM, de Fabricato o de Pintuco, y guíen a tan trascendental foro sobre cuáles son las necesidades reales de las empresas.

Si bien es cierto el conocimiento no es una mercancía, sería de esperar que rectores y decanos dedicaran al menos el 30-50% de su tiempo a visitar a los empresarios, entender cuáles son sus necesidades y aprovechar ese conocimiento para desarrollar conjuntamente programas de innovación e investigación, de los cuales los primeros beneficiados serían los estudiantes.

El artículo 11 de la reforma establece: Son objetivos de la Educación Superior: “h) Desarrollar procesos de internacionalización que permitan la creación de agendas bilaterales y regionales, la armonización con otros sistemas de Educación Superior, etc. i) Promover y facilitar la movilidad nacional e internacional del personal docente e investigativo y de los estudiantes, etc. l) Fomentar la vinculación de los estudiantes y egresados al sector productivo y de servicios.” Lo aquí propuesto ya lo practican algunas universidades públicas, pero deberían trabajarlo con mucho mayor intensidad.

La reforma hace énfasis en las evaluaciones: “El Ministerio de Educación Nacional coordinará el proceso de evaluación a las instituciones, programas y títulos extranjeros, con la colaboración de pares académicos, órganos asesores, órganos evaluadores, miembros de la comunidad académica, y la Comisión Nacional Intersectorial de Aseguramiento de la Calidad de la Educación Superior”. Se quedaron cortos, parece que en el Ministerio le tienen miedo a los rectores: En algunos países asiáticos van mucho más lejos: las evaluaciones las realizan comisiones con presencia de expertos internacionales, para garantizar la independencia y rigurosidad de la evaluación y que los programas se acojan a estándares globales.

Lo mejor de la reforma: nos aleja de la mitología fantasmagórica y desastrosa del Che Guevara y nos acerca a la capacidad ejecutiva e innovadora de Don José Acevedo, del Dr. John Gómez, de Don Germán Saldarriaga, grandes líderes, generadores de empleo y de empresas como Haceb, Papeles Familia y el Grupo Mundial.

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