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El Valor de Renunciar

Por: Ricardo Mejía Cano

El país, si así se podía llamar en esa época, era un desastre. Había tenido 4 presidentes, si así se podían llamar, en un año. Tres de ellos tuvieron muerte violenta. El cuarto, proveniente de clase media, asumió el poder en un golpe de Estado. Hizo el coliseo más grande del mundo. Aun hoy, muchos años después, ninguno le gana en visitantes.

Después de una presidencia más o menos exitosa, le sucedió su hijo mayor. En esa época no se llamaba nepotismo sino dinastía. El hijo superó al padre, pero enfermó pronto y su hermano, pendenciero, toma trago y mujeriego, le ayudó a una muerte rápida para él asumir el mando.

El pendenciero había conocido en un banquete a una mujer casada y deslumbrante. Mala suerte para el marido: le hizo nombrar diplomático en el extranjero. Allí curiosamente enfermó y pronto murió. El camino para el matrimonio del pendenciero quedó despejado. Su gobierno fue un desastre. Luego de 15 años de una dictadura desordenada en que el país se desmoronó, fue asesinado. Gracias a un complot entre miembros del senado y su sufrida esposa. Para evitar un vacío de poder, el senado había acordado que, muerto el dictador, nombrarían a un colega. Desafortunadamente este no tenía la fortaleza para dirigir un país en crisis. Como las dinastías estaban de moda, adoptó a quien quería que le sustituyese. Para facilitar la transición, renunció a varias de sus funciones y las cedió al adoptado. Para fortuna del imperio, Nerva murió al poco tiempo. Su hijo adoptivo se llamaba Trajano, gobernó por 19 años y cambio el curso de la historia.

Su eslogan de campaña fue: “La verdad está siendo amenazada. Debemos protegernos de los cambios”. Salió elegido en la tercera vuelta. Y la verdad, la realidad que enfrentó le destrozó. La corrupción alrededor, la incapacidad de corregir el rumbo, la deshonestidad de algunos de sus más cercanos colaboradores le hicieron ver la dificultad de gobernar. No renunciaba por temor de que saliera elegido quien profesaba una verdad nueva, diferente.

En un acto de valor invitó a quien buscaba un camino diferente. Al momento se dio cuenta de sus diferencias. Le preguntó: ¿Porque eres tan popular, que te hace tan carismático? El invitado le respondió: “No soy popular, simplemente vivo como soy y en función de los demás”. Luego de un par de días el anfitrión vio la otra verdad. Decidió renunciar en el convencimiento de que saldría elegido su nuevo amigo. Y así fue.

El nuevo mandatario gobierna una de las mayores poblaciones del planeta con el seudónimo de Francisco y quiere cambiar el mundo. Cuando asumió como Papa, mientras el planeta era destruido, la inequidad crecía, varias dictaduras disfrazadas gobernaban y la educación no mejoraba, la Iglesia discutía si la misa se debería de nuevo decir en latín, si las mujeres podían ser monaguillas, o peor aún, escondía a los padres pederastas.

Francisco ya reformó el código penal de la Santa Sede para sancionar a los curas pederastas, cambió la posición de la Iglesia ante los divorciados, abrió la discusión del aborto, pues según él “no existe ningún pecado que la Misericordia de Dios no pueda alcanzar” y pareciera que el celibato será otra de sus reformas futuras. La renuncia de su antecesor implicará a cambios importantes en el mundo, o por lo menos en la Iglesia católica.

El elegido para un cargo generalmente se compromete a alcanzar unas metas y a desempeñarse según los requerimientos del cargo. En caso de incumplir con lo anterior, la renuncia del individuo es una prueba de su integridad moral. Desafortunadamente no hay conciencia del valor de renunciar.

Reflexión: ¿Si la junta directiva, así sea de lujo como la de EPM, no nombra al gerente, para qué sirve esa junta?.

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