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Empresarios o Académicos

Por: Ricardo Mejia Cano

Poco innovó el último Foro Económico de Davos, dedicado a la creatividad y la innovación, al proponer los “Mininnovación”. Tampoco El Colombiano al hacer igual propuesta en reciente editorial. Colombia necesita investigación aplicada, como resultado de una mayor colaboración del sector privado y académico, no mayor burocracia. Preferible reducir el congreso, las contralorías, la tramitología, etc., e invertir esos recursos en Colciencias o en los actuales institutos de investigación y desarrollo, y exigirles resultados útiles para la industria y la ciudadanía. En Tailandia, con un PIB de US $180 mil millones, el presupuesto de gastos del gobierno es de US $ 30 mil millones; en Colombia con un PIB de US $ 100 mil millones, el gobierno tiene un presupuesto de gastos de US $ 47 mil millones. Fallamos los colombianos al no respaldar en el referendo la reducción burocrática, y peor aun, olvidarnos del tema.

Satisfacer las necesidades de la población marginada y destapar la fuente de innovación que necesita la industria, no se conseguirá mientras persista el abismo entre empresarios y academia. Las universidades podrían conseguir dinero para la investigación, sí pusieran a disposición de la industria sus recursos. Salvo contadas excepciones, ni rectores ni profesores salen a vender los servicios de la universidad a la comunidad. Una academia que en lugar de estar abierta al mundo, se dedica a despotricar del TLC, es una academia que debe reinventarse.

Edgard G. Krubasik, del Comité Ejecutivo de Siemens, sostiene que en ambientes de competencia extrema se desarrolla mejor el espíritu innovador: “La innovación radical brota en las situaciones de mayor tensión competitiva”

Según estudio del U.S. National Science, en el 2003 se graduaron en el mundo dos millones ochocientos mil profesionales (Pregrado) en ciencia e ingeniería. Un millón doscientos mil fueron asiáticos. Aquí preferimos graduar abogados y politólogos, para prepararnos para las grandes discusiones políticas, antes que graduar jóvenes en tecnologías, ingenierías y ciencias. Sí de casualidad estudian estas últimas, nos encargamos de politizarlos. Seguimos empeñados en aumentar la productividad y las eficiencias de nuestras fábricas a punta de leyes. No pretendo subvalorar la importancia de la política, pero en Colombia un excesivo número de ciudadanos quiere vivir de la política, y lo logran. Eso tiene que cambiar.

Las grandes farmacéuticas en el mundo tienen sus centros de investigación alrededor de las universidades que están desarrollando tecnologías de punta, aplicables a la solución de problemas concretos de la humanidad. La industria colombiana podría hacer lo mismo. Falta que rectores, decanos y profesores se dediquen a visitar las empresas, conozcan sus necesidades y les ofrezcan soluciones. Una leve brisa de optimismo: En la junta de Suramericana de Inversiones nombraron a Antonio de Roux Rengifo, decano de Ciencias Sociales de la Javeriana de Cali. Necesitamos más académicos en las juntas de las empresas y más empresarios en los consejos de las universidades.

La U. de A. es una de las excepciones con varios empresarios en su Consejo Directivo. No es coincidencia que sus proyectos de investigación estén financiados en un 60% con recursos externos y que 46 de ellos hayan sido calificados como Excelentes por Colciencias, ocupando el primer puesto en el país. La cultura de la U. de A. la describe mejor el profesor José Edison Aedo: “Desde la universidad es difícil determinar los problemas que podrían resolverse a través de investigación, sino se está en completa sintonía con el mercado”

Nuestro sistema educativo requiere innovación: Contrario al resto del mundo, educamos más estudiantes en pregrado (Incluyendo abogados, politólogos, etc.) que en carreras tecnológicas. Un tecnólogo, con tres años de formación, empieza su vida laboral con un salario de aproximadamente $ 650.000 mensuales, no muy diferente del de un profesional recién graduado, cuya educación es más costosa y demorada, y los primeros se colocan más rápido. Las miles de sillas vacías que tienen las universidades colombianas se podrían habilitar para ofrecer programas de educación media a los jóvenes de bajos recursos, quienes están llenos de ilusiones y capacidad de aportar al desarrollo del país. Con el fin de impulsar la educación media, el ministerio esta promoviendo los ciclos de formación propedéutica, para que los estudios cursados en dichos institutos, sean aceptados en los de educación superior.

tecnologos

Por otro lado nuestra formación de Doctores (PhD) deja mucho que desear: mientras Colombia graduó 31 Doctores en el 2004, Chile graduó 104, Cuba 278, México 833 y Brasil 6492.

Nuestras universidades dedican mucho tiempo a la discusión política y macroeconómica, y poco a implementar con el sector privado veedurías de las instituciones públicas, a idear sistemas que mejoren la eficiencia empresarial y al desarrollo de nuevos productos para la industria.

Competitividad 1
Diez millones de colombianos viven con menos de US $ 2 al día, y de esos, cuatro millones viven con menos de US $ 1 al día. Un mercado de 12 billones de pesos. Este dinero lo podrían invertir en alimentos, educación, salud, y en incrementar sus activos, sí desarrollamos productos para cubrir sus necesidades. Con un poco de innovación podríamos evitarles el gasto en notarías, curadurías y en abogados que tienen que contratar para tutelar sus derechos.

La innovación que necesita Colombia es cómo suministrar agua potable a los 10 millones de colombianos que no la tienen, cómo evitar que se roben las tuberías de los acueductos, cómo multiplicar la autoconstrucción, para que la población marginada tenga una vivienda digna, cómo abaratar las obras de infraestructura que necesita el país, etc. En uno de los talleres del Foro, Barry S. Sternlich, fundador de la cadena de hoteles Starwwod, manifestó: “La creatividad empieza con el conocimiento de las necesidades de los clientes, reales y potenciales”. El suministro de productos y servicios para los marginados dependerá de qué tan creativos seamos en el desarrollo de nuevos modelos de negocio.

Necesitamos más iniciativa privada, más emprendedores, más ahorro, mayor inversión privada y menos política, menos tramitología, menos contralorías, menos congresistas, menos estado.

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