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¿Un país sin transporte, ni servicios públicos?

Por: Ricardo Mejía Cano

A principios del siglo pasado Argentina estaba entre las 10 potencias mundiales. Su ingreso per cápita era mayor que el de Francia, Italia y Japón.

Domingo Sarmiento fue presidente de la Republica de 1868 a 1874 y dejó una positiva influencia en el desarrollo de la Argentina, especialmente en la educación. Para modernizarla contrató profesores de EE.UU. y de Europa. El resultado: a principios del S. XX, varios países europeos enviaron delegaciones a la Argentina para estudiar su sistema educativo.

Para el economista británico John Keynes: “A finales de 1913 Argentina ocupaba el quinto lugar en existencias de oro circulante y de reserva, detrás de Estados Unidos, Francia, Rusia y Alemania”.

En la primera década del siglo pasado sus exportaciones representaban el 7 % del comercio internacional, su producto interno bruto era el 50 % del total del producido en toda Latinoamérica y el sueldo medio de Buenos Aires era casi el doble del de París.

Pero lo bueno no dura: Para algunos analistas la inmigración europea llevó a la Argentina las teorías populistas de Mussolini, que fueron rápidamente incorporadas al ideario político de muchos militares y de parte de la población.

Fue así como en una sucesión de golpes militares y presidentes elegidos por voto popular, las políticas de integración a la economía mundial y de promoción de la iniciativa privada, que habían impulsado la economía hasta finales de la década de 1910, se invirtieron: empezaron a fomentar el nacionalismo y medidas que agradaran a los votantes, aun a costa del equilibrio económico.

Hoy Argentina es simplemente un país más de Latinoamérica, ubicado como Colombia en el pelotón medio del desarrollo.

El abuelo y el padre fueron destacados líderes del Partido Radical de Chile, de tal manera que no es extraño que su descendiente, Salvador Allende, se hubiese formado con los principios de Marx.

Fiel a su vocación política se presentó para las elecciones a la presidencia en 1952 (5,4 % de los votos), en 1958 (28,8 %), en 1964 (38,9 %) y en 1970, cuando sacó el 36,6 % de los votos. Ninguno de los candidatos obtuvo mayoría absoluta. El expresidente y candidato de centro derecha Jorge Alessandri sacó votación semejante a la de Allende y el congreso debía escoger entre los dos. Ganó Allende con el apoyo de los democristianos.

Una vez posesionado, hizo lo que había prometido: nacionalizó el cobre y las compañías extranjeras, puso un rígido control al sector privado y con el fin de controlar la producción de alimentos, expropió las haciendas. Una fórmula infalible para disparar la inflación y acabar con la comida.

Las tiendas vacías, el hambre y la oposición de los trasportadores a la nacionalización del sector, fue aprovechada por los militares para dar el golpe de Estado. Fue un hecho lamentable y doloroso, pero se restableció la iniciativa privada. Hoy Chile lidera con amplitud a todos los países latinoamericanos.

No necesita ir a Venezuela para saber qué pasó allá: hable con cualquiera del millón y medio de venezolanos que nos han llegado en los dos últimos años y entenderá la tragedia. Es incomprensible que algunos despistados aún crean que es una tierra de ríos de leche y miel. Los pobres en Venezuela, que no habían conocido la miseria, también están emigrando antes de caer en la inanición.

Se aproximan las elecciones y recogiendo la historia de populismo de Latinoamérica, algunos candidatos quieren congelar tarifas de transporte, servicios públicos y aumentar subsidios. Música celestial para muchos electores. Estos deberían recordar que, en caso de caer en la trampa, las consecuencias las veríamos 3 o 4 años más tarde, cuando se empezarían a dañar los servicios o peor aún, a desaparecer.

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