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Morir es Vivir

Por: Ricardo Mejia Cano.

La creatividad y el éxito se multiplican cuando se vive en la frontera entre la vida y la muerte. Es el caso de Steve Jobs, el publicitado y controvertido genio de la electrónica moderna, creador del Mac, el iPod y Pixar, inventos que transformaron el computador, la industria de la música, del cine y en general la manera como vivimos.

No había nacido cuando ya sus padres tenían programado entregarlo en adopción. Nace él, muere su hogar. La única solicitud expresa de sus padres biológicos a los adoptivos fue que lo enviaran a la Universidad. Y lo hicieron. Pero allí también murieron los sueños de convertirse en un estudiante exitoso. A los 17 años, luego de sólo seis meses de estudios, se retira, convencido de que lo que allí enseñaban de poco le serviría.

Su muerte universitaria se convirtió en la vida de la computación moderna. Jobs, sin rumbo ni objetivos, empezó a trabajar con Atari, más tarde reconocido líder mundial en la fabricación de video juegos. Hoy es otro difunto electrónico. Jobs también toma cursos de caligrafía. Dicho aprendizaje le inspiró para crear la multiplicidad de fuentes, espacios entre caracteres y demás posibilidades que ofrecía Mac, y que Windows y demás programas se limitaron a copiar.

El trabajo en Atari no sólo le dio experiencia y conocimiento sobre circuitos integrados, sino dinero para viajar a la India a profundizar sobre Buda, para quien la fuente de la vida era la muerte. Contrario a nuestra cultura occidental, donde vivimos pretendiendo que la muerte no existe.

Con apenas 20 años de edad en 1976 funda, con su amigo Steve Wosniak, Apple Computer Co., cuya flamante sede era el garaje de sus padres adoptivos. Apple crece de manera exponencial. En 1983, Jobs, gerente “errático y temperamental”, comprende que debe entregar la presidencia a un tercero.

John Sculley, presidente de Pepsi y artífice de uno de los mayores éxitos en mercadeo masivo, la famosa Guerra de las Colas, quien posicionó a Pepsi al nivel de Cocacola en EEUU, fue el escogido. Para convencerlo, Jobs le dijo: “deje de vender agüitas azucaradas y ayúdenos a cambiar el mundo”. John aceptó, y Jobs murió.

Jobs, quien tenía tanto de artista como de científico, no era fácil de manejar. ¿Acaso algún artista lo es? A fines de 1984, luego del exitoso lanzamiento del Macintosh, la industria del PC sufre una recesión. Apple hace grandes despidos y se producen fuertes enfrentamientos entre Sculley y Jobs. La Junta Directiva respalda a Sculley y Jobs, el fundador, sale. Desaparece una estrella.

En las Memorias de Sculley, “Odyssey”, el autor se justifica: “La visión de Jobs era convertir a Apple en una compañía de consumo masivo ¡Un lunático! Nunca productos de alta tecnología se podrán diseñar y vender como consumo masivo”. Al observar los éxitos de Jobs, Sculley se debe lamentar de haber tenido memoria para escribir sus Memorias.

La muerte debe ser fuente de vida. El “difunto” Jobs funda Next, donde no tuvo mayores éxitos económicos, pero si tecnológicos: desarrolló modernos sistemas operacionales que servirían para catapultar a Apple. También funda Pixar, empresa que revivió el cine. En 1996 Apple compra a Next, y como ñapa se queda con Jobs. El experto en la muerte debe revivir a Apple.

Revive a Apple y también a la muerte. En el 2003 se le diagnóstica cáncer de páncreas. La calavera reaparece, esta vez pintada en la frente. Estaba en el frenesí del lanzamiento de la taquillera película “Finding Nemo”. No hacia mucho había dado vida al iPod. Los médicos encuentran que el cáncer no es maligno. Como buen vegetariano budista pretende curarse tomando yerbitas. La calavera en la frente le recuerda que lo importante es la vida. Es operado en el 2004, cuando está en el desarrollo del iPod Nano. Se salva la estrella.

La vida de Apple dependía de que no muriera Jobs. Dilema infame para su Junta Directiva. Una de sus principales tareas es velar porque los principales ejecutivos tengan excelentes sucesores dentro de la empresa. Conseguirlo para Jobs no era fácil, quien tenía mucho de artista y se autodenomina “Creador en Jefe”. Guardadas proporciones, tampoco se podría criticar a la Florencia de los Medicci por no tener sucesor para Leonardo D´Vinci.

Si quiere ayudar a cambiar el mundo, haga como Jobs, acérquese a la muerte y entenderá la vida.

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