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Credibilidad y Confianza

Por: Ricardo Mejia Cano.

Una vez se dio cuenta del peligro, se dedicó a alertar a sus conciudadanos sobre los riesgos que corrían. Veía una enorme amenaza y que un arreglo amistoso significaría una perdida de soberanía. “Nuestro enemigo está compuesto por un grupo de resentidos, quienes se aprovechan de la pobreza y el hambre, además les hemos dados razones para creer que somos débiles”. Dicho enemigo no respetaba las libertades ni las leyes. Su evangelio era la intolerancia, “no matarás” estaba por fuera de su decálogo.

“Hace unos años nos tuvieron en jaque y aunque luego los neutralizamos, se han armado de nuevo. Son barbaros, nos quieren someter con acciones de terror”.

Así se expresaba Winston Churchill, a partir de 1934 cuando empezó a observar el rearme de Alemania.

No se equivocó. En el 38 Alemania ocupó Checoslovaquia. Al Primer Ministro Inglés, Neville Chamberlain, a su Ministro de Relaciones Exteriores, Edward Halifax, igual que a Francia, no les pareció grave. Conversando arreglarían las cosas. Fueron a reunirse con Hitler, quien “les tocó violín”. Churchill se retorcía.

Terminadas las reuniones, Hitler instruyó a sus Generales: “Nuestros enemigos no son más que pequeñas lombrices, ya los conocí: procedan con la invasión de Polonia”. Varios miembros de la oposición a Hitler en Alemania viajaron a Inglaterra a pedir apoyo, pues aun veían posibilidad de tumbarlo. No recibieron respaldo. Hitler continuo su paseo por los Países del Norte de Europa. La reacción de Chamberlain fue tímida y se vio forzado a renunciar. Entendió que Europa necesitaba un líder de carácter y propuso al Rey Jorge VI el nombre de Churchill.

“La hora de probarnos ha llegado, como hoy la gente de Holanda, Bélgica y Francia están siendo probados. Ustedes y yo debemos respaldar al nuevo líder, con toda nuestra fuerza, con coraje inquebrantable, trabajar unidos hasta que esta bestia inhumana sea derrotada”. Fue el discurso de renuncia de Chamberlain.

Churchill era un político con baja popularidad. Sin embargo sólo él había denunciado persistentemente el peligro y como dicen en la Luciérnaga, cuando nació no habían inventado el miedo. Su primer discurso como Primer Ministro fue: “ Y pelearemos en Francia, en los mares, en los océanos, con confianza y fortaleza, sin temores, pelearemos en las playas, en los campos, en las calles. Nunca nos rendiremos. Y si somos subyugados, buscaremos en el Nuevo Mundo, para que vengan al rescate del Viejo”. A un país desorientado y perdido, lo llenó de fe y fuerza. Con su valor se ganó la credibilidad del mundo libre y lo salvó.

El presidente Santos vivió en Inglaterra y seguramente ha estudiado a profundidad a Churchill. Debía repasar sus notas. Colombia necesita un líder que no calle ante las injusticias que están ocurriendo en Venezuela, que no le de temor referirse a la desfachatez de Petro, que no guarde silencio ante los problemas de la Corte, que no sea indiferente a la corrupción que nos embarga. Un líder que nos haga sentir orgullosos de ser colombianos. Uno que cuando diga negociaré, pero no me arrodillaré ante la guerrilla, los colombianos le creamos. El presidente aun puede aprovechar su segundo aire, pero debe llenarse de carácter y hacer un esfuerzo por transmitirnos credibilidad y confianza.

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