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El socialismo de Hershey (2 de 3)

Los avances tecnológicos en energía, comunicaciones, transporte y manufactura de la segunda mitad del S. XIX, en gran medida originados en los estados del este de EE. UU., convirtieron esa región en centro económico mundial, provocando una gran inmigración. Pensilvania y los estados a su alrededor concentraban una tercera parte del PIB mundial y su producción superaba la de Alemania, Francia y Gran Bretaña sumadas.

El enfrentamiento de dos mentes brillantes, Edison y Tesla, terminó con el triunfo del segundo, al ganarse el contrato de iluminación de la Feria Universal de Chicago, inaugurada en 1892, en celebración de los 400 años del descubrimiento de América. Fue la feria de la ciencia y la innovación.

El mundo pasaba de una economía agrícola a una industrial. Hubo cambios en todos los aspectos, inclusive en los alimenticios.   El chocolate, que hasta el momento había sido degustado exclusivamente por la realeza y las clases altas europeas, con las nuevas formulaciones y técnicas de manufactura, mejoró en calidad y precio. Además, le encontraron cualidades especiales: ayudaba a un mejor desempeño en el puesto de trabajo, como sustituto del alcohol, mejoraba la circulación sanguínea y muchas otras, que ciertas o no, creó un frenesí por el chocolate.

Fabricantes de maquinaria europea vieron en el mercado norteamericano una gran oportunidad y montaron en la Feria de Chicago equipos de producción de chocolate, en que se alimentaba cacao por un lado, se tostaba, procesaba y al final de la línea salía la barra lista para su consumo.

Nuestro héroe, quien ya había viajado a Inglaterra y degustado allí el chocolate, fue uno de los 26 millones de visitantes de la famosa feria. Conocido como el “Rey del Caramelo”, del que se come, no el que gusta tanto a muchos de nuestros políticos, al visitar el stand del chocolate tuvo una “visión”: el consumo de chocolate desplazaría al caramelo. Sin saber de su fabricación, sin una formula, compró la línea más completa y sofisticada de producción de chocolate allí exhibida. La montó en un área especial de la fábrica de caramelos y empezó a hacer ensayos.

Milton, consciente que la mejor manera de innovar es rodeándose bien, contrató expertos europeos y técnicos en chocolate norteamericanos. Con ellos de manera incansable hizo ensayos con leche líquida, con leche evaporada, con caramelo, con azúcar de caña, con jarabe de maíz y todas las combinaciones posibles.

Así logró fórmulas para la producción de extractos y coberturas de chocolate para panaderos y pasteleros, los famosos huevos de chocolate, tan populares en Semana Santa, caramelos con chocolate y otros productos. Con la fórmula del chocolate de leche tipo suizo, que era el de mejor calidad y sabor, no lograba dar.

Mientras estaba en esos desarrollos su mayor competidor le ofreció compra por la fábrica de caramelos. Convencido que el futuro estaba en el chocolate, vendió la compañía, con la condición de que le alquilaran un espacio para continuar con los ensayos y la producción de chocolate.

Se fue a Europa a visitar fábricas, con la esperanza de aprender los secretos del chocolate de leche suizo. Hacia 8 años había comprado los equipos para la fabricación de chocolate y aun no daba con la deseada fórmula, pero no descansaba en sus planes de innovación y desarrollo. En Colombia muchos empresarios se han dado cuenta de la importancia de la innovación, van a seminarios, contratan asesores en innovación, etc., pero no van a ferias ni visitan fábricas. Deberían aprender de Milton.

Su nueva “visión” era bastante compleja: aún sin la fórmula del chocolate, haría una nueva fábrica y una ciudad alrededor. Aplicando el capitalismo puro y franco, desafiaría las tesis de Marx y Lenin. Buscaría la utopía del bienestar colectivo, compitiendo en un mercado abierto y capitalista

Compró 600 hectáreas de tierra, no lejos del lugar donde había nacido, contrató arquitectos, ingenieros y trabajadores y empezó a construir la nueva fábrica y la ciudad donde vivirían todos los colaboradores. Construyó carreteras, tranvías, colegios, supermercados, parques, hoteles y dotó la nueva ciudad de lo necesario para garantizarle la mejor calidad de vida de EE. UU. También dejó espacio para poner ganaderías de leche, que le suministraran el preciado líquido.

En medio de semejante esfuerzo, en sus ensayos encontró que la mejor leche para la fabricación del chocolate era la leche descremada de vacas Holstein, no de Jersey, que eran las que poblaban la región. Empezó a reemplazar los hatos lecheros.

Poco antes de terminar la fábrica dio con la anhelada fórmula del chocolate de leche. Los Besos de Chocolate Hershey a 5 centavos y los demás productos convirtieron a la ciudad Hershey y su fábrica en un lugar de admiración y peregrinaje en todo el este de los EE.UU. Sus trabajadores vivían en condiciones excepcionales de salud, bien pagados, en ambientes seguros y en casas con un confort que muchos envidiaban. Aun hoy, más de 100 años después de fundada, la ciudad Hershey en Pensilvania sigue siendo un lugar privilegiado y gran atracción turística.

Pero la insatisfacción y deseos de protestar son parte del ser humano. El sindicato socialista Trabajadores Industriales del Mundo convenció a un grupo de colegas en Hershey que se les trataba como máquinas y que deberían tener voz en el direccionamiento de la compañía. En 1937 el mencionado grupo promovió la primera huelga. Forzaron un paro completo en producción. Al ver los ganaderos que su leche no era recogida y los comerciantes de la ciudad verse afectados por el paro, nunca sabremos si por iniciativa propia o como decían los revoltosos azuzados por el Sr. Hershey, se fueron a la fábrica y sacaron a los trabajadores que promovían el paro. Rápidamente se reanudó la producción.

Por la manera como puso el chocolate al alcance de todos, Hershey fue un socialista. Pero el pulso más duro con la izquierda sería parte del legado en Cuba. Detalles en el próximo artículo.

Continua: El legado de Milton a Fidel

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